miércoles, 13 de agosto de 2008

Epidauro





Llegamos a Epidauro por la tarde, con el sol menos agresivo. Además, su ubicación entre pinares, en medio de una soledad completa resultó mucho más acogedora que la roca descarnada de Micenas.
Epidauro era famoso en época clásica por ser hogar del templo de Asclepio, divinidad de la medicina (aunque nació mortal, fue deificado por resucitar a un muerto…). Y eso significaba que muchos enfermos con posibilidades acudían al santuario a recibir tratamientos especializados. Son muy curiosas las trazas del sanatorio-residencia, con cuatro patios rodeados de habitaciones, cada uno dedicado a un grado de enfermedad más o menos “contagiosa”.

Pero igualmente famoso acabó convirtiéndose su gran teatro, de una acústica fantástica (que pudimos comprobar hablando desde el centro de la arena, lo de tirar la moneda no funciona…). Sus enormes dimensiones, posibles al aprovechar un emplazamiento natural en la colina, lo hacen uno de los mayores de la antigüedad. Los romanos lo ampliaron con la zona de gradas superiores.

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